Con trepidantes flores sólo

Flor y Canto como expresión de lo Divino

 

 

Por Daniel González García

(5º de Filosofía, FFyL, UNAM)

 

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Presentación

 

El ensayo que sigue surgió para aportar un nuevo enfoque -verdaderamente filosófico- a la tan mencionada pretensión de que la poesía de los pueblos nahuas es una “poesía que piensa” . Aunque existen intentos tan loables al respecto como los de León Portilla en su Filosofía Náhuatl, la mayor parte de las ocasiones el reivindicar in xochitl in cuicatl como una manifestación del pensamiento precolombino va más allá de los textos mismos para caer pronto en poco fructíferos debates, falsamente tenidos por filosóficos y contaminados además con altas dosis de chauvinismo y resentimiento.

 

Para evitar esos peligros que amenazan el rigor académico y que de paso obstaculizan el que alguna vez podamos tener una visión seria de nuestra herencia, el texto de Con trepidantes flores sólo (aún inédito pero que doy aquí a la luz) trata a los vestigios poéticos nahuas exclusivamente en su dimensión textual, obviando las discusiones sobre su autenticidad y la carga emotivo-cultural que comportan, lastre que -en una sociedad poco habituada a la reflexión rigurosa y desapegada respecto a las cosas del pasado- desata todavía pasiones desmedidas y falsos indigenismos. El breve estudio que sigue no es, por tanto, una disquisición filológica ni un juicio histórico o político. Intenté ( y no puedo juzgar en que medida conseguí mi propósito), empero, acercarme a los textos con el propósito clarísimo de utilizarlos como material para la reflexión filosófica y sólo en la medida en que dicen algo todavía a los hombres de hoy.

 

Con trepidantes flores sólo no es una historia del pensamiento y ni siquiera una mínima caracterización de las supuestas ideas “filosóficas” de los nahuas (eso, por otro lado, ya lo han hecho muchos intentando sin éxito igualar a León-Portilla). Se trata, más bien de un ejercicio hermenéutico sobre “la flor y el canto” para extraer de ellos cuanto sea capaz de suscitar una reflexión desde nosotros (con todas nuestras categorías occidentales) acerca de algunos tópicos filosóficos. Para esto, tomo como una noción central la Dualidad de Ometeotl y desde allí busco en los poemas cuanto pueda atañer a la Filosofía, a la Metafísica sobre todo.

 

Estamos (quizá, ese es tema de otra discusión) incapacitados para entender como nahuas -que no somos- los textos que tan enigmática civilización nos legó, pero no más que para entender la Biblia, el Poema de Parménides o los fragmentos de Heráclito. Y eso, aunque parezca increíble (porque esas obras sí son frecuente material de estudio filosófico) es rara vez tomado en cuenta por la academia, que se complace en alejarse casi con fobia de todo lo que huela a no-occidental.

 

Pero tenemos los textos y mientras haya una mínima frase escrita, el filósofo podrá preguntarse sobre ella. Más allá de si lo entendemos correcta o incorrectamente (¿Quién dice, después de todo que la lectura nahua de los nahuas es más correcta que la nuestra?) o de si lo entendemos siquiera, todo texto -hasta el gran Texto del Mundo y sus maravillas- por algo que no hemos comprendido suficientemente, nos convoca y es capaz de transformarnos el (E)espíritu.

 

La reflexión contenida en el ensayo dista mucho de ser definitiva. Dudo, incluso, haber extraído de los poemas todo lo que la clave de interpretación posibilita pero aun así me atrevo a publicar -consciente de mis deficiencias- lo que he conseguido hasta hace un par de meses. Con ello albergo la esperanza de que lo presente sea la puerta de acceso a una nueva forma de entender estos textos precisos, cualesquiera otros y la relación de la Filosofía en cuanto disciplina con su más caro material de trabajo: la palabra. Si eso fuera mucho, baste con que a través de mi trabajo alguien consiga enterarse de la existencia del hermoso universo del arte prehispánico, cargado de símbolos bellos con los cuales hoy, a unos seis siglos de distancia, todavía fascina.

 

 

 

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